Los años a veces lo pueden hacer sentir viejo a uno, cuando se les baraja abundantes tratando de determinar la ubicación de algún evento significativo en el pasado; pero si este evento es de esos cargados con la suficiente calidad como para que él solo, sin añadidos, reclame espacio en el presente, el peso de los años implicados desaparece a su merced. Más aún, hay cosas realizadas antes de nuestra llegada a esta tierra ―que no sentimos rancias sino al contrario, tienen la curiosa condición de hacernos sentir o parecer jóvenes bajo la frase “yo ni siquiera había nacido cuando eso pasó”― con la suficiente o sobrada virtud de desvanecer las toneladas de tiempo que puedan tener encima gracias a sus cualidades más o menos distintivas en cuanto a logros, aportes o simple hermosura. Aunque ya pueda fácilmente con esta descripción estarse ubicando el lector en la definición de lo “clásico”, quizá las tres piezas del mundo del entretenimiento a las que me referiré a continuación no lo sean, o al menos no hayan recibido aún una quizá justa acolada en tal categoría. No obstante, encuentro en ellas brillos particulares en uno o varios de sus aspectos que las podrían clasificar como inmunes a los polvos del olvido.
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Una obra que curiosamente ha permanecido en la iconografía mundial es “El beso”, de Francesco Hayez (1791-1892). En una composición de relativa simpleza, el veneciano muestra a una pareja de cuerpo entero apretada en un beso inspirado, al pie de la escalera de lo que parece ser un castillo; al fondo a la izquierda, se aprecia una misteriosa silueta descendiendo por un pasillo en la oscuridad. Los jóvenes lucen indumentarias medievales de una hermosa confrontación cromática; el vestido azul desvaído de la muchacha (de magistral textura, sobre todo en la falda iluminada) contrasta con las mallas intensamente rojas del hombre y su capa castaña, en un sinuoso y quebrado arreglo de líneas que da movimiento a la composición estrictamente centralizada. Sin embargo, esta descripción, basada en la primera ejecución de la obra en 1859 (Pinacoteca de Brera), no encaja del todo con réplicas posteriores que abordó el mismo pintor (tres al óleo, una a la acuarela, según se asegura). Recientemente, el 25 de abril, Christie’s New York subastó en US$ 1.865.000 una de estas versiones subsiguientes, la fechada en 1867, que además de algunas variaciones en la arquitectura de la escena (el vano desplazado en la parte superior, una especie de pila a la izquierda al comienzo del pasillo descendente, una pilastra que redefine la extensión de la escalera, etc.) presenta un manto blanco en los escalones. Habiendo superado en buena medida el máximo estimado de un millón de dólares, más allá de ser un reconocimiento a la atinada creatividad y estupenda destreza de Hayez, la venta de esta emblemática pintura del academicismo decimonónico suma un punto más al interesante resurgimiento experimentado por el arte figurativo tradicional en los últimos años. ML Más información sobre la obra de Hayez e “Il Bacio” Subasta de Christie’s Tres versiones de "El beso", de Francesco Hayez
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